20091022

-SHANTARAKSHITA

Shantarakshita es considerado uno de los veinticinco discípulos más próximos de Padmasambhava, pues cuando éste abandonó el Tíbet para dirigirse a la tierra pura de ZangdoPalri se encontraba entre ellos. Sin embargo, la posición que ocupa es ambigua. En realidad precedió a Padmasambhava en la tarea de introducir el budismo en el país de las nieves. Había acudido desde el monasterio de Nalanda en Bengala, por invitación del rey Trisong Detsen del Tíbet, para instaurar el Dharma, y su primera visita debe ser considerada un rotundo fracaso. Su llegada fue acompañada de tempestades, epidemias, inundaciones y todo tipo de desgracias, que se interpretaron como firme oposición de las deidades de la tradición Bön a su presencia. Por consejo del rey, abandonó el Tíbet y recomendó que se invitara en su lugar a Padmasambhava, que podría realizar con éxito la expulsión ceremonial de los demonios. Así se hizo. Después volvió, y junto a Padmasambhava fundó el monasterio de Samye, del que fue abad durante 30 años, impulsando la traducción de textos del sánscrito al tibetano, escribiendo tratados de filosofía y ordenando a los primeros monjes budistas en el Tíbet. Se le representa en la imagen como abad, con el gorro en punta. Los tres cordones que lo coronan simbolizan su elevada erudición. En la mano derecha sostiene el recipiente para refrescar el agua que lo identifica como procedente de la India, y en la izquierda un loto erguido expone la campana y el vajra en íntima unión. A sus pies, la jarra y la palangana para el ritual del vertido, la rueda de la doctrina del dharma y un pebetero para incienso. Su figura paradójica encierra un mensaje que aprecio: nunca está claro para siempre quien es discípulo y quien es maestro. Shantarakshita era el gran maestro pero fue discípulo del Gurú Rimpoché, que había llegado al Tíbet siguiendo sus pasos. Los discípulos se convierten a veces en maestros de maestros, y los maestros en discípulos de sus discípulos sin dejar de ser por eso maestros. Se trata en definitiva de cultivar la capacidad constante de aprender, y de ejercer la virtud de enseñar. Entre ellos dos lo que parece circular es el reconfortante flujo del mutuo reconocimiento.

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