20120823

SABERLO TODO

En una entrada anterior recogíamos el razonamiento por el que Padmasambhava decidió buscar maestros y gurús que le enseñaran los distintos conocimientos propios de su época... aún cuando él mismo ya los poseyera plenamente. Sobre todo, creyó preciso buscar maestros porque de ese modo dejaría de ser visto con desconfianza por los demás: tomando maestros podría transmitir mejor que si era considerado un demonio farsante y un falso sabio al no presentarse como discípulo de nadie. Por eso creyó necesario aprender de otros en este mundo. El recuerdo de esa escena de su biografía ha llevado estos días a buscar la descripción de qué es lo que aprendió, mediante qué tipo de enseñanzas aceptó presentarse como discípulo. En "Epítome de la vida y doctrinas del gran gurú tibetano" (El libro tibetano de la gran liberación, Evans-Wentz, Ed. Kier, Buenos Aires, 1998, p´g. 175) se nos dice: "Consecuentemente, Padma se presentó primero a un santo gurú que era un Loka-Sidha de Benarés, y estudió astrología. El maestro le enseñó todo lo referente al año de la concepción del Budha, al año en que la madre del Budha soñó que un elefante blanco penetraba en su vientre, al año del nacimiento de Budha, y cómo estos periodos signficativos tienen una secreta correspondencia con el calendario tibetano. También aprendió como el sol y la luna se eclipsan mutuamente. Y entonces recibió el nombre de "astrólogo del Kalachakra". 
Una vez que hubo dominado la astrología, Padma estudió por completo la medicina, teniendo como maestro al hijo de un famoso médico, conocido como "el joven que pudo curar". Así, Padma fue llamado la "esencia salvadora de la vida de la medicina".
El siguiente maestro de Padma fue un yogui, el más erudito en ortografía y escritura, quien le enseñó sánscrito y otros idiomas vernáculos afines; el lenguaje de los demonios; el significado de símbolos y signos; los idiomas de dioses y animales y de todos los demás seres de los seis estados de la existencia. Asimismo, Padma dominó sesenta y cuatro formas de escritura y trescientos sesenta idiomas. Y entonces el nombre que se le adjudicó fue el de "el gurú campeón del habla".
Luego, bajo la dirección de un gran artista, Vishvakarma, de ochenta años de edad, Padma se convirtió en un experto en el cincelado de oro y gemas, plata, cobre, hierro y piedra; en escultura, pintura, cerámica, grabado, fabricación de alfombras, albañilería, fabricación de sogas, de zapatos, de sombreros, sastrería y todas las demás artes y oficios. Una mendiga le enseñó a modelar y barnizar  cacharros de arcilla. Y entonces el nombre que recibió fue el de "docto maestro de todas las artes".
Poco tiempo después, en el curso de sus andanzas, Padma se encontró con otros dos monjes ordenados, que se dirigían a ver a su gurú. Luego de rendirles homenaje, Padma les pidió instrucción religiosa..." Por resumir su notable currículum, Padma se formó entre los humanos en astrología, medicina, linguística y artes -y no deja de ser remarcable el hecho de que sea una mendiga la última de sus maestras, antes de adentrarse en el camino religioso. Es decir, recibiendo de lo más bajo pudo situarse en la disposición adecuada para lo más elevado. Aceptó recibir de los humanos el conocimiento de los vínculos secretos entre el orden del cosmos y la dimensión terrestre, los saberes asociados al funcionamiento y la sanación de los procesos orgánicos, las teorías y los usos que permiten manejarse hábilmente en el terreno de las palabras y por último, las mil y una técnicas que han hecho de nuestra especie un animal tecnológicamente capaz de recrear y transformar la realidad que le rodea. Todo eso, Padma lo buscó entre los humanos y lo aprendió con rapidez y extrema competencia, por lo que se nos cuenta. Sólo después de profundizar esa exploración consciente y voluntaria de los principales atributos de la naturaleza humana, pidió Padmasambhava instrucción religiosa. Sabiéndolo todo, buscó la riqueza de la nada.
FUENTE DE LA IMAGEN: http://www.reversespins.com/tibet.html

20120807

Los muertos


                                                                                  para A. S. C., que partió de nuevo.

Los muertos nos olvidan cuando alcanzan
-completamente solos- su futuro,
directo y sin atajos. Es oscuro;
pero al llegar allí, la luz que danza

se afila y se perfila en voz que avanza
y dice claro siempre lo más duro:
“Atrévete a ser todo, abierto y puro,
apunta a más; así,  toma tu lanza,

dirígete sin tiempo a otro destino.”
Los muertos nos olvidan cuando llegan
a ser de nuevo vida que se entrega,

que busca claridad y que despierta,
que encuentra su verdad segura y cierta.
No tienen marcha atrás en su camino.

20120806

My reincarnation


El documental, "My reincarnation", de Jennifer Fox, cuyo trailer acompaña esta entrada, resulta un testimonio de gran valor para quien esté interesado por la civilización tibetana y considere útil acercarse a la misma a través de un punto de vista a la vez interno y externo. Interno, porque sus protagonistas son participantes plenos de ese medio cultural; y externo, porque no se ciegan ante lo que el contexto occidental impone,  y lo que se expone lo hace sin dogmatismo. Se nutren mutuamente ambas actitudes y el resultado parece así aún más fértil. Y en concreto, el protagonista es el eje de esa doble perspectiva: reconocido como reencarnación de un lama muerto a manos de los invasores chinos, pero decidido a participar del modo europeo de vida en que se ha formado, no se cierra ni a una ni a otra tradición, y puede hablar por tanto de ambas con entusiasmo y desapego simultáneos. Nada nos parece mejor que eso.

 El relato de la relación entre Chogyal Namkhai Norbu Rinpoché y su hijo Khyentse Yeshi Namkhai despliega justamente ese cruce de miradas, pues enlaza la vivencia de un elevado maestro de Dzogchen con la experiencia de su hijo, nacido de madre italiana, criado en Europa, formado en Occidente y resistente en un principio a participar plenamente de la tradición de la que su padre es portador. La grabación durante años del vínculo entre ambos, a partir de aspectos de la vida cotidiana familiar o profesional, de reflexiones en voz alta, de retazos de intimidad personal, consigue mostrar y compartir el tránsito de un modo de verse a otro: de verse como hijo de un maestro, pero que quiere simplemente ser padre de una familia occidental, a reconocerse como continuador de un linaje sobre el que descansa la responsabilidad de dar continuidad a una sabiduría que podríamos situar en la estirpe de Padmasambhava. Por ahí va y viene la historia que el documental plasma con elegancia y claridad, transmitiendo emociones sin caer en el sentimentalismo, haciéndose creíble pero sin resultar dogmático, ilustrando misterios sin hacerse misterioso sino luminosamente claro. Esperemos que pronto esté en cartelera; por ahora, circula sólo en canales de distribución limitada. Fue una suerte poder verla.