Transcribo aquí mis anotaciones, para quien pueda estar interesado en leerlas. Esta mañana y esta tarde, S.E. Namkhar Drimed Rabjan Rinpoché, regente vivo de Padmasambhava y sostenedor del linaje Ripa, ha impartido enseñanzas sobre el tema enunciado en el título de esta entrada. Explícitamente nos ha dicho que no se trataba de grandes iniciaciones ni profundas doctrinas secretas, sino sencillas instrucciones y recomendaciones para navegar en tiempos de tormenta como los que vivimos. Si tuviera que resumir ahora lo básico de la mañana, se me ocurre que podría ser algo así: "para cortar el miedo en tiempos de incertidumbre, hay que estar seguro de haber alcanzado la tranquilidad desde la raíz de la que ese miedo procede." Y si alguien quiere una síntesis del día, me atrevo a exponer mi conclusión de lo que he oído, y de lo que he sentido al oírlo: los conflictos y las dificultades que nos toca vivir en estos tiempos revueltos son muchos y distintos, pero el remedio es único, y muy antiguo: la calma mental, y la confianza profunda en la naturaleza última de la realidad. La vida humana es una oportunidad preciosa de aprendizaje sin término, y una ocasión única para ejercitar la compasión.
Paso a transcribir sin más, como decía al principio, lo que he recogido en mi cuaderno, intentando ser del todo fiel a lo escuchado y tan claro como pueda en la exposición de lo esencial. Lo que no podré hacer llegar aquí es la presencia de S.E. Namkhar Trimed Rabjan Rinpoché; me limito a recoger sus palabras a través de las mías.
.Reconociendo que vivimos tiempos de dificultades económicas y de conflictos internacionales, es preciso antes que nada reconocer también la oportunidad preciosa que significa disfrutar de una vida humana, como resultado de la acumulación de méritos de vidas anteriores. Usarla para la práctica del Dharma permitirá también recibir sus beneficios, comprendiendo la impermanencia del universo y de todos los seres que lo habitamos. Nada dura siempre, y nuestra principal tarea es transformar nuestra mente y nuestro carácter para vivir en coherencia con esa verdad última. El Ego en que nos instalamos no es más que el resultado de nuestra ignorancia, nuestros apegos y nuestra ira. El Ego que creemos ser y desde el que a menudo actuamos se fundamenta en la ira, el apego y la ignorancia. Esos tres venenos generan nuestro karma, que es también la fuente última de nuestras dificultades actuales.Nuestra civilización nos da todo tipo de facilidades en la vida material, pero hace cada vez más difícil mantener un estado de felicidad interior permanente. Y de otro lado, los riesgos asociados al mundo material se hacen también cada vez mayores, por nuestro mayor poder (enfermedades, epidemias, guerras, destrucción, caos económico...). No hay otra solución más eficaz que sustituir como motivación de nuestras acciones el egoísmo por la actitud compasiva, que actúa pensando siempre en el beneficio de los demás antes que en el propio. Así rompemos el apego, y se hace más fácil entender que todo en la existencia real está causado por múltiples factores y circunstancias interdependientes, por lo que considerarse un ser separado es un error que comporta dificultades en la propia vida y en la de los demás. Creerse distinto y aparte nos hace sufrir, aun cuando creamos que nos reportará mayores beneficios. Conviene entrenar continuamente un punto de vista en el que veamos todo cuanto sucede como provisional y pasajero; la impermanencia no es sólo un principio que afecte al origen de lo que somos, sino también al presente y el futuro.
La raíz última está en el principio kármico de causa y efecto. Nada sucede sin una causa o cadena de causas previas, y según cuales sean las causas se generará un tipo u otro de consecuencias. Si hay una buena causación, el resultado será bueno. Si la causa es negativa, el resultado será negativo. Si no hay causa, no habrá resultado. Y según cual sea la semilla, así será el efecto. Por lo tanto, hay que cultivar con atención completa el tipo de causas que sembramos, y la motivación con que actuamos, pues de eso dependerá el resultado que vayamos preparando para la vida, la propia y la del mundo. Por la acumulación de causas beneficiosas se alcanzará como efecto seguro un resultado correcto. Es fundamental confiar completamente en las Tres Joyas y en el principio kármico de causa y efecto. Desde esa confianza podemos convivir más fácilmente con los 3 venenos del apego, la aversión y la ignorancia.
El poder de la ley de causa y efecto es enorme, y apenas puede ser contrarrestado siquiera por el poder activo del Buda de la sanación; sin embargo, siempre podemos corregir en cierta medida el karma acumulado mediante rituales, ofrecimientos, oraciones y buenas prácticas guiadas por un maestro competente. Las pujas y ofrecimientos al Gurú Rinpoché contribuyen a ello. La fe y la confianza total en las Tres Joyas, suplicando, y aceptando la impermanencia de cuanto sucede sin preocupación son también buenos remedios. La preocupación que la mente multiplica no hace sino multiplicar también los problemas de la vida diaria.
El origen último de nuestras dificultades actuales es pensar en nosotros mismos en vez de pensar en cómo beneficiar a los demás. Esa motivación errónea es la que genera todos los problemas. La perspectiva egoista es el principio del sufrimiento.
¿Quien es feliz cuando somos felices? La mente.
¿Quien sufre cuando sufrimos? La mente.Es a través de la mente que llegamos a la iluminación, pero es también a través de la mente que sucede el sufrimiento infinito. Resulta necesario, pues, entrenar ante todo la calma mental, y la meditación Shiné lo facilita. Una vez alcanzada la calma mental hay que estabilizarse ahí, y así se reducirá el nivel de pensamiento que produce el dolor y el sufrimiento. Hay que conseguir hacerse cargo de la propia mente, reduciendo el pensamiento discursivo y alcanzando una mente más abierta y relajada. La mente es un caballo salvaje, y necesitamos un método para domarlo, que nos llegará a través de un lama cualificado, del maestro adecuado. En la práctica de la meditación Shine se intenta mantener la atención fija en un punto, permitiendo que las experiencias de la mente sucedan, y dejando que pasen sin temor ni apego. En la práctica de la calma mental es básico hacerlo con la motivación adecuada: meditamos para facilitar a todos los seres sintientes sin excepción alguna la iluminación completa en esta misma vida. Esa motivación compasiva permite la autoliberación del ciclo del sufrimiento. En Shiné, el cuerpo, la palabra y la mente permanecen en su estado natural, relajados. Podemos tomar como objetos de meditación o bien objetos puros (deidades, budas) o bien impuros (un fragmento de madera, una pequeña piedra...), fijando en ellos la mirada sin parpadear, y depositando también en ellos plenamente la atención completa de nuestra mente. Los ojos y la mente permanecen centrados en el objeto sin esfuerzo ni tensión, relajados, centrados en el objeto con suavidad, plenamente, pero sin enfocarlo como si nuestra mirada fuese una aguja; más bien, lo recibimos.
(Práctica de Shiné)
Hay que evitar seguir los pensamientos, manteniendo la conciencia clara, abierta, despierta. Mejor realizar sesiones cortas, y hacerlas a menudo, para evitar las dificultades que sobrevienen en sesiones muy largas: que la mente se haga oscura y confusa por cansancio, o que se agite en exceso dando alas al pensamiento. Conviene también alternar períodos cortos de meditación enfocada en el objeto con breves pausas de reposo. Es muy adecuado evitar pasar de golpe de la meditación a la actividad cotidiana, y hay que dejar un tiempo de tranquilidad mediante un tránsito suave, lento. Resulta necesario evitar obstáculos externos para la práctica, como la sensación de inseguridad en el lugar donde se realiza, los sonidos que confundan. la insalubridad que genere inquietud, el malestar causada por enfermedades en el propio cuerpo...
Mediante Shiné se cortan de raíz los 3 venenos del apego, la aversión y la ignorancia, y por lo tanto, del ego, que nace de nuestra ignorancia al creernos seres separados. Mediante Shiné y las prácticas superiores de Dzogchen, podemos domar nuestra mente como se doma un caballo salvaje, y así lo podremos usar después para ir con él hacia otros lugares, distintos a los de nuestra experiencia condicionada por la mente ordinaria. Hay que empezar por la meditación con objeto, y al estabilizar la relajación de la mente, ésta estará más abierta y será más fácil vivir sin preocupaciones.
Las enseñanzas de la tarde han retomado la importancia del karma acumulado en la explicación de los obstáculos con los que nos encontramos ahora: se trata de consecuencias directas entre lo que ha sido y lo que es ahora. Nuestras vidas son reflejo de lo vivido; y este cuerpo actual que es vehículo de la conciencia padece lo que de nuestro pasado llega. No hay mayor ayuda para la superación de esos obstáculos que el poder enorme de compasión de Gurú Rinpoché, y la fe en la protección constante de Tara. La "Oración a Gurú Rinpoché para la realización espontánea de todos los deseos" nos beneficiará siempre, si no cometemos acciones muy negativas. En estos tiempos, la presencia de Gurú Rinpoché es muy fuerte y de gran beneficio para todos. La devoción completa y total en Gurú Rinpoché y en las Tres Joyas permite acabar con todos los obstáculos a los que nos quepa enfrentarnos. Mediante súplicas personales a Gurú Rinpoché y por la recitación del mantra, éste nos protegerá por su compasión iluminada. Sin embargo, hay también que seguir y aplicar con diligencia los consejos de nuestros lamas. Gurú Rinpoché es un refugio infalible, y la práctica sin dudas bajo su presencia vence al sufrimiento que viene del miedo y la incertidumbre. Sin embargo, si aún así tememos o dudamos, entonces conviene consultar al lama. Mediante la práctica de Gurú Yoga, se persigue la fusión de cuerpo, palabra y mente: Gurú Rinpoché es nuestro refugio, y en él se encuentra la garantía mejor para nuestra felicidad completa. Mediante Shiné, alcanzamos la calma mental que nos prepara para domar nuestra mente por las enseñanzas de Dzogchen; pero es Gurú Rinpoché quien purifica nuestra mente y nos ayuda a reconocerla en su verdadera naturaleza.
Se han explicado y practicado tres tipos de meditación Shiné, remarcando la importancia de la motivación compasiva como primer paso en todas ellas: meditamos para facilitar la iluminación completa en esta vida de todos los seres sintientes sin excepción.
En la primera, se insiste en la estabilidad del cuerpo mediante la postura de siete puntos de Vairochana; el silencio de las palabras y la observación del flujo del pensamiento sin apego ni aversión, alternando descansos y períodos breves de concentración en el objeto, evitando siempre una salida brusca del estado meditativo, y solicitando el mantenimiento de la atención en todas nuestras actividades posteriores.
En la segunda, junto a las instrucciones anteriores, se visualiza en el entrecejo una pequeña bola de luz blanca, del tamaño del pulgar, en series cortas, para que se pueda mantener su claridad.
En la tercera, visualizamos nuestro cuerpo como un globo vacío, hinchado, ligero, trasparente, inmaterial por fuera y por dentro. A la altura de nuestro corazón, visualizamos una llama de color rojo-blanco-naranja-azul, en el centro del cuerpo sin salir ni por delante ni por detrás. La base de la llama es roja y su extremo superior azul. Al verlo, se produce la relajación espontánea de la mente en sí misma. Al distraerse, hay que volver a la visualización. Si surgen sensaciones desagradables que nos llevan a evitar la práctica meditativa, es porque ha surgido la conciencia errónea que va en sentido contrario a la de la liberación. En este caso, hay que tomar los antídotos al samsara como solución, y recordar el sufrimiento infinito de los infiernos, el hambre y la sed de los seres hambrientos, la muerte y la explotación de la vida bajo forma animal, los miedos de los humanos a la muerte, el dolor, a no obtener lo que deseamos, a padecer lo que no deseamos... el dolor sin término de los dioses que caen de lo alto, de los semidioses y divinidades que luchan en batallas eternas... Las causas de esas fuentes infinitas de sufrimiento son nuestros apegos, la ignorancia, el odio, el orgullo, la duda, los celos... La meditación permite evitarlas, y cuando nos cansemos de meditar conviene recordar a donde lleva no hacerlo. Esta vida humana es difícil de alcanzar, con su libertad y sus dones únicos; bien utilizada permite alcanzar la liberación del sufrimiento y el estado de Buda. Sin ella, lograrlo es imposible. Los animales no llegarían a la budeidad ni aunque necesitaran sólo la recitación de un mantra: no podrían hacerlo. Esa es la importancia de una vida humana: una oportunidad preciosa para alcanzar la liberación. Para eso necesitamos practicar bajo la guía de un lama, aplicando sus enseñanzas completamente confiados, y con actitud devocional para que puedan llegarnos sus bendiciones de manera plena. Vivimos una vida humana y hemos conocido las enseñanzas del Dharma: no podemos sino estar alegres y satisfechos, pues se trata de una ocasión única. Hay que practicar con diligencia y convicción los diferentes tipos de meditación que nos permiten realizar la naturaleza de la mente, para nuestro beneficio y el de los demás. Si no lo hacemos bien, no podremos beneficiar a los demás y nos perjudicaremos a nosotros mismos. Sólo desde esa visión pura podremos enfrentar sin miedo la incertidumbre de nuestra época.
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