20091103
-LIBERACIÓN DE PADMASAMBHAVA: CAPÍTULO CUARTO
Al iniciar la lectura de "La historia de la liberación del Guru nacido del loto" introduje aquí algún comentario a propósito de este cuarto capítulo, pero prosigo a pesar de ello el resumen en su orden, y vuelvo a él, pues encierra otras sugerencias además de las allí insinuadas. Por ejemplo, a diferencia de lo que se lee en otros textos, aquí Padmasambhava remarca que el fracaso de Shantarakshita en la edificación de Samye no fue tal, sino tan sólo un fingimiento para que Padmasambhava fuera llamado. Dicho sea en honor de Shantarakshita, al que por lo tanto no cabría considerar incapaz de completar el encargo del rey, o sea como manifestación de la trama de conocimiento completo en la que se mueven todos los episodios de la biografía: cada paso que se da forma parte de una red espesa de profecías, anuncios, señales e indicios que muestran la existencia de un plan superior al de las meras voluntades individuales. Los personajes -y así cabe entender lo que se dice sobre Shantarakshita- cumplen su papel, a veces desde un nivel de conciencia que les lleva a aparentar que no saben, cuando en realidad están sabiendo algo más de lo que los otros pueden reconocer en sus acciones.
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Finalmente, Padmasambhava abandona la India y se dirige al Tíbet para cumplir la profecía sobre la expansión del budismo. Las divinidades locales de los valles del Himalaya, al sentir en la distancia la mera decisión de Gurú Rinpoché, empezaron a removerse airadas y a "prever su derrota". Todo el recorrido hasta el País de las Nieves es el relato de esa lucha que conlleva sucesivos sometimientos de los demonios bön, y es también la crónica de la lucha que internamente emprendemos cuando podemos reconocer cuál es nuestro destino. El viaje de Padmasambhava al Tíbet puede entenderse así como la narración simbólica del proceso de disciplina íntima que resulta imprescindible para llegar a término. Algo comenté al respecto en la entrada a la que me referí al principio. Diablesas, espíritus de la pestilencia, señores de la negatividad, demonios, diablos malignos y codiciosos, espectros, caníbales, fuerzas estelares de las mansiones lunares, fuerzas planetarias oscuras, madres de las enfermedades contagiosas, espíritus cazadores, demonios de los abismos... a todos somete Padma en su camino, y todos acaban por prestarle juramento de obediencia al Dharma. Él va acercándose al corazón del Tíbet central.
Al final del capítulo, llegando a término, las aguas de los manantiales acaban por convertirse en el néctar de la omnipotencia. Le recibe en el Jardín de Tamariscos de la Roca Roja el rey Thrisong Detsen, que acaba también por postrarse ante Padmasambhava, aunque éste debió antes "exhibir sus poderes mágicos de transformación." Allí mismo ordenó el rey que se engalanara para Padmasambhava un trono de león.
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