20091104

-LIBERACIÓN DE PADMASAMBHAVA: CAPÍTULO QUINTO

Si recapitulamos el recorrido seguido hasta ahora en el camino de liberación de Padmasambhava, vemos que los cuatro primeros capítulos han situado su origen como efecto de la mente de los Budas para ayudar a los que presentan más dificultades para entregarse al Dharma; nos han mostrado como superó las dudas mediante la práctica de las enseñanzas de sus maestros y el reconocimiento de los mismos; en el tercer capítulo se explica cómo fue desarrollando el desapego que le permitió alcanzar nuevos signos auspiciosos y por último, el cuarto relataba su llamada al Tíbet, las dificultades vencidas y el logro final ante el rey Thrisong Detsen. En el quinto, Padmasambhava emprende la tarea para la que había sido llamado: la edificación y consagración del monasterio de Samye. El texto indica el simbolismo del edificio, y por lo menos, una doble interpretación salta a la vista: el monasterio es tanto una maqueta del universo como una representación del crecimiento de un ser humano. Si esa fue la tarea a la que Padmasambhva contribuyó, cabe decir que se trata de la reordenación simbólica del mundo, en esa doble dimensión micro y macrocósmica. En su diseño, todo es significativo y todo cumple una función sagrada por la que el orden se instituye. Al completarla, al conseguir que todas y cada una de las formas del monasterio estuvieran dispuestas en su sitio, "los dioses derramaban una lluvia de flores, y los espíritus presentaban ofrendas de joyas, y el mundo entero se vio colmado de felicidad y buenos augurios.". La edificación y consagración del templo de Samye, en su compleja estructura como mandala del cosmos, construido "a la manera parecida al niño que va creciendo hasta alcanzar la plena madurez", nos recuerda que "el máximo esplendor y la gloria por todo el universo" son consecuencia de que el orden natural se respete y se reproduzca en las obras humanas, y de que las formas signifiquen lo que son.

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