20100131

-CALENDARIO

En la ceremonia de luna llena de ayer noche, algo se nos explicó sobre las peculiaridades del calendario tibetano. Su doble seguimiento de los ciclos solares y lunares obliga a intercalar cada tres años un décimotercer mes lunar extra para que la duración del año, medida en lunaciones, se ajuste al ritmo solar: los meses son siempre períodos lunares, pero los años tienden a ajustarse a la revolución solar, y por eso hay años de doce y otros de trece meses. Parece relevante que su sistema de gestión del tiempo intente igualar la importancia de los dos símbolos más claros del principio masculino y femenino, y conciliarlos aunque sea en un calendario irregular. Anclado ese equilibrio en la medida misma del ritmo de la vida, quizá nos indica también que está operando en cada instante de su tiempo vivido. De algún modo, esa diferencia puede ser un recuerdo constante de que el tiempo no es idéntico ni todos los años son iguales: varían como varía el tiempo. Reconocerlos con nombres de animales y elementos es otro indicador de que la numeración seriada no basta para identificar su cualidad propia. No se entiende el tiempo como un sucederse homogéneo, sino cualitativamente distinto. De esas diferencias astronómicas, los humanos somos hijos astrológicos.
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Este año que empezará en la próxima luna nueva, el 14 de febrero del calendario occidental, incluye ese décimotercer mes extra, y también repite el segundo día del primer mes, en que se celebra el Losar, o Año Nuevo tibetano. Habrá en este 2137 dos segundos días del primer mes, en el año del Tigre de Hierro, y trece meses. En la imagen, la representación gráfica de un calendario tibetano, pintada en los muros del monasterio de Sera.

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