20090906
-EL TÍBET Y OCCIDENTE
La fascinación que la cultura tibetana produce en occidente y el poder de atracción que ejerce sobre algunos de nosotros merecen una consideración que vaya un poco más allá de la evidente habilidad con la que ha sabido integrarse en la dinámica de nuestra civilización y utilizar sus recursos para expandirse. No es sólo mercadotecnia. Quizá basta con preguntarse cómo es posible que una cultura milenaria y remota, aislada hasta hace bien poco, haya podido conectar con tanto éxito con el movimiento del alma de nuestra época, nuestros estilos cognitivos y el aprovechamiento práctico de nuestras estructuras sociales. ¿Qué había en ellos que les ha permitido tan fácilmente estar con nosotros? "Ellos" y "nosotros" sólo son términos que no tienen mucho sentido, pero resultan útiles de algún modo para entendernos ahora. En la introducción de Robert Thurman a "El gran libro de la liberación natural mediante la comprensión en el estado intermedio" (Bardo Thodol), atribuido a Padmasambhava, en Kairós, Barcelona 2005, se nos ofrece una consideración a mi parecer valiosa sobre algunos rasgos específicos de la cultura tibetana que permiten, desde su diferencia, interactuar eficazmente con las tendencias de la civilización occidental. Siendo una extrovertida y materialista, y la otra dada a la introspección y la exploración del espíritu, comparten lo que les permite establecer vínculos fértiles: ambas son culturas en las que se aprecia "la individualidad, la apertura y flexibilidad de la identidad, el pensamiento y la búsqueda de explicaciones racionales". Veamos cómo lo dice Thurman:
"En la cultura occidental, las últimas fronteras de nuestra conquista material del universo están en el espacio exterior. Nuestros astronautas son nuestros héroes y heroínas extremos. Sin embargo, los tibetanos están más preocupados por la conquista espiritual del universo interior, cuyas fronteras están en los reinos de la muerte, el estado intermedio y los éxtasis contemplativos. Así pues, los lamas tibetanos que conscientemente podían atravesar el proceso de disolución, cuyas mentes podían desapegarse del cuerpo físico y utilizar el cuerpo mágico para viajar a otros universos, esos "psiconautas", son los héroes y heroínas extremos de los tibetanos. Los Dalai Lamas y los miles de lamas "reencarnados" (también llamados "Tulku", que significa "Emanación de Buda") son esos héroes y heroínas. Se cree que han dominado los procesos de muerte, estado intermedio y renacimiento, y que continuamente eligen, vida tras vida, regresar al Tíbet llenos de compasión para conducir a los tibetanos en su vida nacional espiritual y para beneficio de todos los seres sintientes.
Así pues, la moderna civilización tibetana era única en el planeta. Sólo una civilización así podía haber producido las artes y ciencias del morir. Describo el único y complejo carácter psicológico que corresponde a la moderna sociedad tibetana como "modernidad interior", que debe ser entendida en contraste con el moderno complejo carácter psicológico, que puede ser descrito como "modernidad exterior". El complejo carácter occcidental aparece normalmente contrapuesto con el premoderno carácter "tradicional". A menudo es descrito como un complejo o conjunto de rasgos como el individualismo, la apertura y flexibilidad de la identidad, un pensamiento sin pausa y adherencia a la racionalidad. Este moderno carácter occidental está relacionado con una percepción peculiar de todas las cosas -incluidos los objetos psíquicos o mentales -como reducibles en última instancia a entidades materiales cuantificables. Eso es lo que le otorga su "exteriorización". El moderno carácter tibetano comparte los rasgos modernos de individualidad, apertura y flexibilidad de la identidad, pensamiento y racionalidad. Pero el carácter tibetano está estrechamente vinculado con su peculiar percepción, derivada de la civilización budista, de que todas las cosas se hallan infusas de valor espiritual e interconectadas con estados mentales. En contraste con las ideas occidentales, la visión tibetana es que lo mental o espiritual no siempre puede ser reducido a algo meramente material y manipulado como tal; lo espiritual en sí mismo es una energía activa, sutil, pero más poderosa que lo material. La visión tibetana es que la "potente fuerza" de la naturaleza es espiritual, no material. Eso es lo que otorga su "interioridad"al carácter tibetano. De manera que, aunque las personalidades tibetana y occidental comparten el complejo de modernidad de conciencia, resultan diametralmente opuestas en su visión, una enfocada hacia el exterior, y la otra hacia el interior, sobre la mente."
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