20100517

-DEVOCIÓN

Se ha hecho presente en estos días algo que oí hace años al Ven. Tulku Lama Lobsang. Hablaba entonces de qué significa devoción, y en ese estilo directo y claro que suele utilizar, y que intenta tomar de nuestro lenguaje cotidiano aquello que sirve para entender mejor el sentido de la tradición tibetana, dijo que "devoción es estar completamente enamorado sin tener absolutamente ninguna esperanza de ser correspondido". Impresiona encontrar en una experiencia humana tan viva como el enamoramiento la correspondencia profunda con el sentido de la devoción hacia una figura religiosa: el principio que nos impulsa en uno u otro caso es el mismo, y se trata sólo de una diferencia que arraiga en el tipo de objeto y en nuestras expectativas.
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Cuando el enamoramiento enfoca a lo que no tiene ni tendrá nunca ninguna obligación ni deseo hacia nosotros, entonces es devoción. Y cuando eso sucede, cambia algo muy profundo en quien la experimenta. El mundo alrededor lo nota, y es el mundo el que responde, no necesariamente el objeto de la devoción (aunque tampoco es preciso descartarlo). La devoción cambia a quien la vive, y ahí está su pleno poder y su efectividad indudable. No obliga al objeto que venera -pretenderlo siquiera sería absurdo; pero si es real (tan real como el enamoramiento, según Lama Lobsang) entonces se hace evidente en quien la siente, y los demás pueden reconocerla ahí. La reacción de los otros ante una realidad nueva, transformada por el amor sin expectativas, es el modo en que el mundo cambia como resultado de la devoción.
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Ser un verdadero devoto resulta tan difícil para algunos como lo es para casi todos estar completamente enamorado, y conviene no olvidarlo. A pesar de eso, la comparación sigue siendo espléndida. Padmasambhava y sus imágenes son preciados objetos de la devoción de los tibetanos. Y no sólo de ellos. Bajo su pretexto, transforman a quienes las veneran; y por su mediación, también a los que no.

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