20100319

-ALEXANDRA DAVID-NÉEL

En "El Budismo del Buda", Alexandra David-Néel refleja algunas conclusiones de su experiencia en relación a Oriente, y lo hace con esa mezcla de distancia y pasión que sólo los franceses consiguen de manera espontánea. Se nota en sus escritos cuanto amó la civilización de los Himalayas, pero sin embargo mantiene siempre una mirada lúcida que no llega nunca a identificarse ciegamente con ella. "Observación participante", diría un antropólogo: ella lo hizo antes de que se hubiera inventado el término, y transmitió sus impresiones en una obra impresionante. Un fragmento ahora en el que nos habla de Padmasambhava y de cómo, en el Tíbet, la lucha contra los demonios que él protagonizó, es una constante que perdura.

"Padmasambhava y sus sucesores combatieron a los böns pero, sobre todo, para tomar su lugar como clero titulado que disfrutaba del favor real. Desde el punto de vista de la pureza de la doctrina, se mostraron poco intransigentes. ¿Cómo podrían haberlo sido? El tipo de budismo que importaban era muy poco ortodoxo y se avino a acoger, trasvistiéndolas un poco, muchas de las creencias y de las prácticas de los antiguos böns, y es esta religión hecha de elementos diferentes, que no chocaba contra las tendencias populares la que se incrustó en el Tíbet.
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Posteriormente, miembros inteligentes del clero budista fueron a estudiar la doctrina a la India. Trajeron de allí numerosas obras debidas a las lumbreras del mundo filosófico budista. A través del Nepal, se importaron tantras por otros viajeros. Toda esta considerable literatura, fielmente traducida, se halla actualmente a disposición de los grandes monasterios del Tíbet. Sin embargo, son poco numerosos los que se aprovechan de los tesoros intelectuales puestos así a su alcance... Existen pensadores de gran envergadura en el Tíbet, Maestros en espiritualidad que verdaderamente merecen el título de Maestro, pero la mayoría de ellos permanecen secretos y guardan para sí las visiones que han percibido.
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El tantrismo, en sus formas elevadas o populares, continúa ocupando la mente de la población acosada por la idea continua de la presencia de demonios. Apartarlos, impedirles que perjudiquen, es el objeto de una lucha constante. Se intenta atraerlos a trampas pueriles: jaulas hechas con palos e hilos de lana entrelazados. El poder de las fórmulas mágicas recitadas por un oficiante debidamente iniciado en la celebración de este rito fuerza al demonio a entrar en la jaula. A continuación, con fuerza y vociferando, la jaula y su prisionero son arrojados a un brasero. Otras veces, en lugar de esta jaula, es en una torma (un pastel de forma piramidad hecho de harina endurecida con mantequilla) como se captura al demonio... Existen muchas otras maneras de desembarazarse de los demonios malignos... No obstante, los ritos deben renovarse porque los demonios vuelven."
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FUENTE: Alexandra David-Néel (2001). El budismo del Buda. Ed. La llave, Vitoria-Gasteiz, pág.213

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenas tardes, ¿me podría decir cómo se llama el demonio de la fotografía?
No lo encuentro por ningún sitio y me gustaría estudiar a fondo este tema.
Muchas gracias.