En esta antigua tangka del siglo XIV, Ksitigharba sostiene en su mano izquierda la joya que concede todos los deseos, "cintamani"; también se la conoce como la piedra preciosa del pensamiento (esa es la traducción literal del sánscrito) o bien como la joya de la doctrina.
. Su representación varía, si bien presenta algunos patrones visuales más o menos constantes: suele aparecer como una piedra ovalada y cristalina, enmarcada en una aureola de llamas o destellos, pero también se la muestra a veces como un cristal de roca con seis columnas estilizadas. En otras ocasiones se la identifica con una perla gigante acompañada de una corona de rayos.
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En cualquier caso, se trata de un elemento esencial de la iconografía búdica, y es Avalokiteshavara quien suele portarla. Las propiedades que se le atribuyen incluyen la capacidad de convertir las aflicciones en sabiduría, así como reconocer la comitiva de Amitabha en el lecho de muerte. Es importante remarcar la conexión entre mente y deseos: de algún modo, parece indicársenos que lo que nos sucede depende de cuál sea nuestro modo de pensar. Domar la mente es favorecer la realización. Lo que en verdad se desea, plenamente, abriendo la mente a la verdad que somos, llega a nosotros.
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Por lo que respecta a su origen, se la identifica con una de las cuatro reliquias que cayeron del cielo dentro de misteriosos cofres en los orígenes del budismo en el Tíbet, durante el reinado del rey Lha Thothori Nyantsen. Se dice que en la piedra "cintamani" estaba escrito el mantra Om Mani Padme Hum. También del cielo llegó Padmasambhava hasta el loto en el lago de Uddiyana, y al cielo fue montando el caballo azul cuando abandonó el Tíbet, entre un sonoro estrépito de rayos y truenos. La imagen, una pintura de 1936 de
Nicholas Roerich, une ambos elementos: es un caballo azul el que porta la joya que concede los deseos. Ignoro el motivo que llevó al autor a unir ambas imágenes.
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