20091213
-RESPETO
Son muchas las formas de respeto que los humanos hemos ido estableciendo; sus señales cambian según las distintas circunstancias y momentos históricos. No siempre nos sirven las mismas, y a menudo acaban por desvanecerse en vanos formalismos que nada significan. Sin embargo, el respeto es por sí mismo y sobre todo una señal de reconocimiento; crece su valor si es un recuerdo del valor de aquello que honramos en nuestros gestos. Una figura, una práctica sostenida, una imagen, una actitud, una ofrenda pueden convertirse en vehículos por los que nuestra capacidad de respetar se desarrolla, y así no sólo honramos algo externo, sino que nos honramos a nosotros mismos al hacerlo. No importa tanto el modo en que lo hacemos, sino la intención sincera de dar reconocimiento. En el primer capítulo de "La leyenda de la Gran Stupa", atribuido a Padmasambhava y su consorte Yeshe Tsogyal (en Ed. La llave, Vitoria-Gasteiz, 2002. Pág. 35-36), el Rey del Tíbet Trisong Détsen muestra señales de profundo respeto a Padmasambhava, según las costumbres de su época y lugar. La fuerza de las imágenes es un impulso vivo para captar su sentido y desde él, encontrar nuestro modo de respetar ahora. Dice así:
"Mientras Orgyen Rinpoché -el Gurú Precioso nacido del Loto- permanecía sentado en su trono de nueve cojines, el rey Trisong Détsen le ofreció un cáliz de oro colmado de vino, alimentos exquisitos procedentes de distintos países, veintiuna turquesas extraídas del collar que portaba en su cuello, cinco tazas y siete cuencos de oro, ocho piezas de fina seda y una inmensa colección de presentes. Postrándose mil veces ante el Gurú, el rey se dirigió a él..." ¿Se puede dar más, mayor respeto?
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