20091229

-DESEAR LO MEJOR, INCANSABLEMENTE, PARA TODOS.


CAP. 2º DE “ LA LEYENDA DE LA GRAN STUPA DE JARUNGKHASOR”, en Ed. La llave. Vitoria-Gasteiz, 2002


En el segundo capítulo, de nuevo el rey Trisong Détsen solicita a Padmasambhava que explique cuáles fueron las plegarias ofrecidas con ocasión de la edificación de la Stupa. La voz única de la asamblea de los Budas y Bodhisattvas habló para los fieles y benefactores, anunciando que “todas las aspiraciones efectuadas en este lugar se verían colmadas de manera perfecta”. Lo que resulta de especial interés es el efecto que semejante esperanza produce en los que habían contribuido a la realización de la obra. Estando asegurada la realización de lo que se espera, “sería una falta de respeto formular aspiraciones mezquinas”. En esta reacción espontánea de los hijos de la difunta Shamvara podemos ver el modo en que realización y generosidad van unidos: ¿Quién puede pedir sólo para sí si sabe que el poder que le acompaña asegura el cumplimiento? Si mayor la fuerza, más elevada la aspiración; si mayor es el poder, más grande la generosidad. Si todo está a nuestro alcance, entonces sólo cabe desear lo mejor, incansablemente, para todos. Cuando la capacidad de realización es completa, la generosidad compasiva no puede sino serlo igualmente.

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La mezquindad resulta incompatible, y así, las aspiraciones formuladas por los fieles que habían edificado la Stupa son todas de gran alcance: “establecer en el Tíbet la doctrina de los Budas”, “que pueda renacer como un gran rey y protector de la religión en el país de las heladas fronteras de los salvajes del norte”, “que pueda renacer como el gran Arhat que ordene a los nuevos conversos como miembros de la Sangha”, “que pueda yo ser el yogui tántrico… que enseñe por igual a dioses, demonios y humanos sometiendo a todos los malvados habitantes de aquel país bárbaro”, “pueda yo renacer como el ministro que coordine eficazmente todas sus actividades”. Aspiraciones tan exaltadas y altruistas fueron correspondidas por los Budhas, que en forma de una llamarada de luz se fundieron con la Gran Stupa.
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Sucede a éste otro episodio significativo, y es el de la actitud airada de los animales que –al oír la aspiración de los cuatro hermanos- se sienten impelidos a formular la suya. Incapaces de hacerlo plenamente, por no tener forma humana, sólo alcanzan a desear motivaciones menores y a veces innobles. Conviene destacarlo: la condición humana es la más adecuada para formular aspiraciones altruistas, y esa es también señal inequívoca de nuestra responsabilidad al gozar de semejante oportunidad. Los animales pueden intentarlo, pero los humanos podemos hacerlo.
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El capítulo concluye con una emocionante escena de reconocimiento: los asistentes a la asamblea en que el rey Trisong Détsen pedía a Padmasambhava que explicara los beneficios de la Gran Stupa, son señalados uno por uno como el cumplimiento de las aspiraciones de los que la edificaron en su momento. Los deseos, si son puros, residen más allá del tiempo. El mismo Padmasambhava se presenta como la reencarnación del que había querido renacer como yogui tántrico para enseñar a dioses y hombres. Todos pueden así ocupar su verdadero lugar en la trama cósmica que la Gran Stupa cataliza. El Gurú Nacido del Loto, guardando silencio, recibió -después de sus revelaciones- las postraciones de todos en beneficio de todos los seres sintientes y de la doctrina del Budha.

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