Al fundirse los Budhas del pasado, presente y futuro en el receptáculo de la Gran Stupa, ésta se transformó en la joya que colma todos los deseos, y “cualquiera que sea la súplica o petición que hagan ante ella tanto los dioses como los humanos, verán colmadas sus expectativas e incluso les será posible alcanzar diferentes poderes espirituales e incluso la realización suprema”. Lo que Padmasambhava explica acerca de este poder resulta extremadamente significativo pues puede entenderse como una parábola viva acerca del principio de causa y efecto, generalizado e intensificado por la evidencia que la Gran Stupa otorga a cuánto afecta.
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Durante varias páginas se van relatando las consecuencias que tiene para el fiel que las otorga la presentación de ofrendas o el establecimiento de compromisos en relación a la Gran Stupa. Y se va haciendo muy clara la correspondencia estrecha entre el tipo de ofrenda y la realización que se experimentará. Pudiera resumirse en torno a una idea básica: aquello que ofreces es lo que serás, aquello que viertes y otorgas plenamente es lo que crecerá con más fuerza en ti mismo. Hay que vaciarse de aquello que queremos que crezca, y concederlo es garantizar que revertirá hacia nosotros. Los ejemplos son múltiples, pero basta con uno: “la persona que encienda una luz en la Gran Stupa podrá contemplar con sus propios ojos a todos los Budhas y Bodhisattvas de las diez direcciones”. Hay decenas de ejemplos como éste en el capítulo: aquello que se ofrece de corazón, se convierte en un regalo sublime que vuelve hacia nosotros, manteniendo siempre un cierto grado de analogía entre lo ofrecido y lo que llegará a ser nuestro. En el ejemplo, la ofrenda de luz concede la visión más elevada. La Gran Stupa se ha convertido en la Joya que concede todos los deseos: el centro de nuestro corazón procesa la motivación sincera, expande la intención altruista, y otorga la fuerza interna que asegura su cumplimiento. Aquello que ofreces es lo que serás: así se crece. Y si das amor de corazón, amor obtienes.
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Esa misma ley puede verse en el modo en que se relacionan el grado de compromiso personal en relación a la práctica devocional de la Gran Stupa y el nivel de realización que se alcance: mayor la entrega, más alta la realización. No hay otra regla que la de comprometer verdaderamente lo que somos al servicio de lo que lo merezca plenamente, y así los beneficios aparecen. La realización se eleva. Por citar un ejemplo que muestra esa reciprocidad: “la persona que lleva a cabo sus deberes religiosos ante la Gran Stupa, se verá libre de los sufrimientos del reino infernal, del reino de los espíritus ávidos y del reino animal…” pero “los que se conviertan en lamas alcanzarán el estado de Vidyhadhara de la realización espontánea”. Un párrafo, al final del capítulo, sintetiza lo dicho: la realización es proporcional a la entrega. “Quienes recojan por escrito la historia de la Gran Stupa o relaten la biografía de los bodhisattvas que la construyeron, recibirán el mismo mérito que los escritores del canon budista completo. Todo aquel que se regocije de su existencia alcanzará un renacimiento dotado de las cualidades búdicas. La persona que implore la bendición del gozo procedente de la Gran Stupa recibirá la iniciación de los Budhas de las diez direcciones. Y si alguien visualiza la Stupa, ni que sea por un instante, renacerá milagrosamente en el seno de una flor de loto en el campo búdico occidental de Sukhavati, la tierra pura del Gozo.” Humildemente desde aquí, contribuimos con esta serie de entradas a divulgar la Leyenda de la Gran Stupa; que se lea nos parece una buena recompensa si además es entendida, es decir, si nos transforma. Si otros beneficios sobrevienen, los acogeremos con alegría y agradecimiento.
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