20120722

COSAS DE MERLÍN (y de Padmasambhava)






"-Señor -le pregunta Ulfino entonces al rey- ¿no habéis conocido a Merlín? ¿No tenía que hablar con vos hoy según os ha dicho el villano?

-Sí, contesta el rey. ¿Por qué lo preguntáis?

-Señor -contesta Ulfino-, os lo digo porque no lo conocés tan bien como yo desearía, pues veis a la gente dos o tres veces y no la reconcéis, y eso me sorprende.

Cuando el rey oye a Ulfino se queda tan sorprendido que no sabe qué decir y le ruega que le diga quién es el villano, si lo sabe. 

-Señor -responde Ulfino-, ¿no conocéis a Merlín?
-Ciertamente, sí.
-Entonces, mirad a este hombre, por si lo habéis visto alguna vez; si no, bien podrá decir que empleó mal el servicio que os hizo, pues es Merlín, el que tanto os ha servido, amado y ayudado en todo lo que pudo hacer y decir frente a los que os querían mal.

El rey Arturo se santigua y los otros dos reyes se quedan sorprendidos y preguntan.

-Merlín, ¿sois vos?. Nunca os vimos así vestido.

Les contesta que bien puede ser.

-Buenos señores -les dice Ulfino-, no os extrañéis, pues os mostrará el aspecto con el que primero lo visteis.

Le dicen que les parece bien.

-Acompañadme a esta habitación -les pide Ulfino.

Se marchan y allí Ulfino les dice:

-Buenos señores, no os sorprendan las cosas de Merlín, pues os mostrará aspectos diversos. Siempre que quiere, cambia y muda por arte de nigromancia, que conoce bien." (Historia de Merlín, Ed Siruela. Biblioteca Medieval, nº12. Madrid, 2000). En el ciclo artúrico destaca la figura del mago Merlín: hijo desconocido del diablo y augur de reyes, es más conocido por su función como asesor de Arturo, guía y visionario, solitario retirado periódicamente a los bosques y oportuno activista en momentos especiales. Capaz de mostrarse en distintas manifestaciones, según el momento y la ocasión lo requirieran, presenta así el mismo rasgo que constituye uno de los más destacados de Padmasambhava: su inconcebible capacidad para transformarse y aparecer en alguna de las ocho manifestaciones que constituyen uno de los hilos conductores de su biografía sagrada -si bien decir que son ocho es sólo una manera de hablar. Capacidad inconcebible, claro está, para quienes no puedan concebirla, pues la lista de personajes que disfrutan de ese talento puede ir creciendo si la atención se centra en tal propósito. Hablábamos hace algunos meses en una entrada anterior del Don Juan de Castaneda, prodigioso mutante también cuya presencia pública podía cambiar en función no de modificaciones aparentes de indumentaria o actitud física, sino de la alteración consciente del "punto de encaje" -configuración energética específica que regula nuestro modo de interacción con el conjunto de dimensiones de la realidad. Y viene ahora a la memoria también el dios Proteo de la mitología clásica, sobre el que algo habrá que decir en algún momento. La capacidad autotransformativa no nos habla de disfraces o engaños, ni siquiera personifica la inestabilidad que nos constituye como humanos o la incertidumbre de nuestra naturaleza volátil y fugaz siempre. Las transformaciones de Padmasambhava, las de Merlín el encantador -que Walt Disney intentó llevar al celuloide- o del Don Juan de Castaneda son símbolos (por lo menos, símbolos) del poder del intento. Nos indican mediante su ejemplo que somos siempre algo distinto de lo que creímos ser -y siempre muchísimo más de lo que los demás puedan pensar acerca de ello. Y no como resultado de la impostura o la simulación, sino naciendo del centro mismo de nuestra voluntad más profunda, la que no depende de nuestros deseos personales. Ser otro, de verdad, sólo es posible cuando se es uno mismo. Ellos lo saben y nos lo muestran siéndolo. Ahora, las (ocho) manifestaciones de Merlín: un entretenimiento.





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