20120331

NAGUAL


Manifestándose Padmasambhava en formas diversas según el momento y las necesidades de sus interlocutores, pudiera pensarse que se trata de un rasgo único, excepcional, un atributo más de la grandeza sobrehumana de Gurú Rinpoché. La variedad iconográfica de las ocho manifestaciones de Padma -en realidad, muchas más- nos recuerda que fue tantos como modos distintos de interacción con los demás y el mundo resultaron necesarios para ejercer sabiduría y compasión. Y sin embargo, en eso Padmasambhava no está solo. Ejemplos de transformismo notable pueden encontrarse en el santoral cristiano o en la mitología hindú; los dioses griegos son también completamente plásticos, y en muchas otras tradiciones algunos no son sólo ellos mismos: son muchos y distintos. Releyendo estos días la obra de Carlos Castaneda, encuentro lo siguiente -y parece hablarnos de Gurú Rinpoché:
"-¿Cómo era el nagual Julián en apariencia física? -pregunté.
-Figúrate que hasta hoy en día me cuesta enfocarlo -dijo. Sé que parece absurdo, pero de acuerdo a sus necesidades o a las circunstancias, era joven o viejo, bien parecido o de facciones ordinarias, afeminado y débil o fuerte y viril, gordo o delgado, de estatura media o sumamente chaparro.
-¿Quiere usted decir que era un actor que podía hacer papeles diferentes con ayuda de disfraces?
-No, no utilizaba ningún disfraz y no era simplemente un actor. Era un gran actor, sí, pero eso es un asunto diferente. El caso es que tenía la capacidad de transformarse y ser todos esos seres específicos y diametralmente opuestos. Ahora bien, el ser un gran actor le permitía conocer y hacer uso de las más íntimas peculiaridades que hacían que cada ser específico fuera real. Digamos que se sentía a sus anchas en todos sus cambios de ser.
Con avidez le pedí a Don Juna que me contrara algo más acerca de las transformaciones de su benefactor. Dijo que alguien le había enseñado a efectuar esas transformaciones, pero que el explicarlas más a fondo lo obligaría a transbordar otras historias diferentes.
-¿Cómo era el nagual Julián cuando no se transformaba?
-Digamos que antes de hacerse nagual, era muy delgado y musculoso; su cabello era negro, espeso y ondulado. Tenía una nariz larga y fina, dientes blancos, grandes y fuertes; cara oval; mandíbula fuerte, ojos castaño-oscuros y brillantes. Medía alrededor de un metro setenta de estatura. No era indio ni moreno, aunque tampoco era blanco. De hecho, su tez estaba en una categoría única, sobre todo durantes sus últimos años, cuando cambiaba continuamente de morena oscura a clara y luego otra vez a morena. Cuando lo conocí por vez primera, era un anciano bastante prieto, pero luego se transformó en un joven de tez clara, quizás unos cuantos años mayor que yo. Pero si sus cambios de apariencia externa eran asombrosos -continuó Don Juan- los cambios de estado de ánimo y de conducta que acompañaban cada transformación eran aún más extraordinarios. Por ejemplo, cuando era joven y gordo, era alegre y sensual. Cuando era flaco y viejo, era mezquino y vengativo. Cuando era un viejo gordo, era el imbécil más grande que uno puede imaginar..." (Carlos Castaneda: El conocimiento silencioso. pág. 36-37. Ed. Gaia, Madrid 1994) Sea como Dorje Drollo, Shakya Senghe, Nyingma Oser, Gurú Orgyen Dorje Chang, Senge Dragog, Loden Chogse, Pema Jungne, como Gurú Rinpoché o como Padmasambhava, siempre es y no es el mismo. Multiforme y diverso, nace y vive en cada una de sus formas, manifestándose del modo adecuado para llegar a la verdadera necesidad de los otros. Así es como el nagual y Padmasambhava son ellos mismos: expresiones riquísimas de la inmensidad del espíritu. Sea éste o no sea humano, en lo humano se plasma. Y cuanto más plástica sea nuestra naturaleza, mayor y más completa es la presencia del espíritu.
No deja de sorprender la notable analogía entre tradiciones tan remotas en apariencia: el budismo tántrico y la sabiduría de los toltecas convergen en muchos aspectos. La capacidad de manifestación compleja en sus grandes maestros es uno más -quizá no sea el menor. Hay quien dice que Castaneda no hizo más que vestir con un falso relato pseudoantropológico el cúmulo de referencias culturales que circulaban por Estados Unidos en los años sesenta y setenta: un poquito de budismo tántrico sin nombrarlo, mucho de indigenismo, cultos psicotrópicos, prácticas de extremo rigor físico, metafísicas orientales enmascaradas... Pudiera ser. Pero también pudiera ser -y es más probable- que los antiguos toltecas, en cuyo linaje se sitúa el nagual Julián y Don Juan (y desde él, el mismo Castaneda) fueran partícipes de esa verdad común que otras tradiciones también encarnan, por la que los humanos nos vemos obligados a reconocer que somos mucho más -y algo distinto- a lo que se nos ha obligado a considerar estrictamente humano.

5 comentarios:

Xaro La dijo...

Genial, me recordo mis tiempos que leía a don Juan Matus

Diferentes camisno , una misma enseñanaza, incluso con matices.

saludos y gracias por traer a Castaneda

Anónimo dijo...

Creo que se trata de eso: diferentes caminos que conducen quizá a una misma verdad. Cuando resuenan unas con otras resultan si cabe más emocionantes -tal vez, más verdaderas también.

odiseo dijo...

Tengo una gran afición por la obra y vida de Castaneda. Por auténticos azares del destino me he topado con personas que lo conocieron, y aunque no me fío de todos los detalles, algunos de esos testimonios me parecen bastante dignos de credibilidad. Pero curiosamente todos coinciden en algo: en la dificultad para enfocar con claridad el rostro de Castaneda y lo confuso que es intentar precisar su edad -'a veces parecía de 40 años, otras de 70'.

Conforme se lee la obra de Castaneda parece evidente que don Juan era en buena medida una creación literaria suya, aunque como pocas veces en la historia de la humanidad -o la literatura- el autor superó su propia ficción. Para mi, en sí la propia vida de Castaneda es un legado más sorprendente aún que lo que se describe en su narrativa, y aunque todo parece indicar que tuvo un lado muy oscuro, sin duda nos deja un legado muy valioso en la búsqueda de la libertad.

odiseo dijo...

Sobre la última frase que cierra esta entrada, me gustaría compartirles una frase que me recordó de Tulku Urgyen Rinpoche: "Somos seres mágicos que se empeñan en ser tan sólo personas".

Anónimo dijo...

Creo que es así; gracias por la frase.