20101116
-CUERPO DE LUZ
¿Quien, qué fue Padmasambhava? Esa pregunta está implícita en cuanto aquí aparece, y aunque la dispersión de lo que se archiva y expone impide una respuesta directa -que quizá nadie pueda ofrecer- de vez en cuando vuelve a ponerse en primer plano. Un texto hoy, que manifiesta la cualidad excepcional del fruto de sus prácticas: la invisibilidad en la que se desaparece como alternativa al proceso de la muerte. "Tal como sugieren multitud de testimonios, quienes llevan hasta sus últimas consecuencias las enseñanzas del atiyoga son capaces de disolver su cuerpo material, reabsorbiendo todos los elementos materiales en su fuente luminosa original. Este tipo de logro se conoce como "cuerpo de arco iris", aunque para ser exactos deberíamos distinguir entre el cuerpo de arco iris y el "cuerpo de luz", también conocido como "cuerpo de la gran transferencia". En el momento de la muerte, según la leyenda, los primeros reyes tibetanos subían a lo largo del arco iris y desaparecían en el cielo. Sin embargo, los seres realizados que coronan con éxito las instrucciones del atiyoga no ascienden a ningún paraíso ultraterreno sino que retornan al núcleo más íntimo de su ser.
El cuerpo de luz de la gran transferencia no deja rastro físico alguno y tampoco es necesario aguardar al momento de la muerte para evidenciar su realización. De este modo, el individuo que perfecciona la última etapa de las visiones del thögal deviene gradualmente invisible para el resto de los seres y ya no tiene que atravesar el proceso de la muerte. El cuerpo de luz de la gran transferencia es mucho más excepcional que el cuerpo de arco iris y, de hecho, según se sostiene tradicionalmente, únicamente Vimalamitra y Padmasambhava habrían alcanzado esta realización en toda la historia del budismo. No obstante, ambos cuerpos son lo mismo en esencia y que se logre uno u otro tan sólo dependerá del grado de profundidad que alcance la disolución de los elementos en la clara luz".
FUENTE del texto: "Padmasambhava y el budismo tibetano", por Fdo. MOra. Ed. Kairós, pág. 166
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