Las palabras de otros permiten aclarar el sentido de aquello a lo que se refieren con mayor claridad que las que uno cree encontrar por si mismo. Esta última ilusión -que exalta vanamente la originalidad personal- es también algo que los sistemas de transmisión de las enseñanzas tibetanas pusieron en cuestión. Nunca está muy claro en ellas quien habla o quien escribe, y tampoco importa mucho, pues al final siempre está hablando la sabiduría primordial a través de mil voces, que pueden tomar el nombre de Padmasambhava o el de sus discípulos futuros, aunque también bajo esa presencia se ocultan y difunden a la vez... Mantenerse en ese cruce de voces que dicen sobre lo que otras voces han dicho nos ayuda a instalarnos en una verdad más amplia, incluyente, extendida... Viene esto a cuento porque releyendo estos días el ciclo de "Las enseñanzas de Don Juan" al que Carlos Castaneda prestó su voz he encontrado una referencia imprevista al "Libro de los muertos tibetano", que Padmasambhava ocultó en su momento para mostrárnoslo. El brujo yaqui muchas veces actúa y habla como si hubiera conocido algo de las tradiciones tibetanas, y hay afinidad en algunas de sus actitudes -hay quien dice que el que sí las conocía bien era el mismo Castaneda- pero no recordaba que se refiriera explícitamente a ellas. Sí lo hace, y de un modo ambiguo y sugerente. En la página 223 de "Las enseñanzas de Don Juan" dice, después de que se le leyeran fragmentos del "Bardo Thodol": "No entiendo por qué esa gente habla de la muerte como si la muerte fuera como la vida -dijo con suavidad.
-A lo mejor así lo entienden ellos. ¿Piensa usted que los tibetanos ven?
-Difícilmente. Cuando uno aprende a ver, ni una sola de las cosas que conoce prevalece. Ni una sola. Si los tibetanos vieran, sabrían de inmediato que ninguna cosa es ya la misma. Una vez que vemos, nada es conocido; nada permanece como solíamos conocerlo cuando no veíamos.
-Quizá, Don Juan, ver no sea lo mismo para todos.
-Cierto, no es lo mismo. Pero eso no significa que pervalezcan los significados de la vida. Cuando uno aprende a ver, ni una sola cosa es la misma.
-Los tibetanos piensan, obviamente, que la muerte es como la vida. ¿Cómo piensa usted que sea la muerte? , pregunté.
-Yo no pienso que la muerte sea como nada, y creo que los tibetanos han de estar hablando de otra cosa. En todo caso no están hablando de la muerte.
-¿De qué cree usted que están hablando?.
-A lo mejor tú puedes decírmelo. Tú eres el que lee.
Traté de decir algo más, pero él empezó a reír.
-Acaso los tibetanos de veras ven -prosiguió Don Juan -, en cuyo caso deben haberse dado cuenta de que lo que ven no tiene ningún sentido, y entonces escribieron esa porquería porque todo les da igual, en cuyo caso lo que escribieron no es porquería en absoluto..."
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