Amanecer después de haber dormido
desnudo ante la luz de tu mirada
es siempre descubrir que está enredada
la vida con la muerte y el olvido.
Se encuentra con cuidado y sin descuido
lo mismo que se fue pues ya era nada.
Y es todo así también de madrugada:
mil rostros, mil lugares y un latido.
Si late el corazón con más firmeza
descubre en un momento el verdadero
valor que siempre tiene, y se endereza
el gesto en que vivimos. Lo primero,
perder antes que nada la cabeza.
Dejar que piense al fin el cuerpo entero.
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